viernes, 15 de mayo de 2015

LA BELLEZA FRENTE AL EXCESO DE ACCIÓN, Y ESPAÑA

Recorrí España el verano pasado palmo a palmo, de una punta a otra; desde la Plaza de la Merced de Málaga hasta la Estación Marítima de Vigo; y he comprobado su belleza una vez más. España es un país efectivamente bello; pero sus ciudadanos, dominados desde hace por lo menos dos siglos por el espíritu de discordia, y sin haber podido resolver todavía los problemas de convivencia y la fractura social, parecen vivir en general ajenos al sentido profundo de esta realidad en su vida cotidiana, aunque se interesen momentáneamente por ella cuando participan en algún programa cultural, visitan algún museo, o proyectan algún viaje de interés turístico durante la época de vacaciones. Y sin embargo no viven con esa belleza. El "interés turístico" es sólo un modo de minimizarla en aras del aumento del consumo. Es deseable una metamorfosis de nuestra sociedad, a través de la cual pueda convertirse en una comunidad de estetas, como ya sucedió en Francia. Porque verdad y belleza se hallan unidas, ya que incluso la belleza todavía es más verdad que la propia verdad, pues constituye una evidencia; una verdad objetiva. Aunque a "sensu contrario" la fealdad también lo sea. Y así uno de los personajes de mi imaginación, que posiblemente haya existido en la vida real, argumentaba que, no obstante haber sido indeciso en casi todo, de lo único de lo que podía sentirse completamente seguro era de su propia fealdad; por lo que la conciencia de ésta no dejaba de reportarle cierta satisfacción; ya que le permitía por lo menos estar seguro de algo. Es cierto que la sensibilidad individual subjetiviza y matiza el sentido de la belleza, pero aún así es ésta la más objetiva de las verdades, ya que hay un acuerdo tácito en su reconocimiento. Sí, España, que es un país muy bello, debería también constituirse en un país de estetas. Y la serenidad y ecuanimidad que necesita debería apoyarse en el sentido de la belleza y en su contemplación la cual puede redundar en capacidad de concentración apta para corregir ese exceso de acción que en tan gran medida ha perjudicado a nuestra vida en común.