sábado, 17 de enero de 2015

LA FUENTE DEL GOZO

Tú no me hiciste para la gloria sino para el gozo. Estabas al final del verano en La Huerta, cuando me vestí con las hojas de los árboles, con las de los castaños, y con los pétalos de las flores; y descubrí así la identidad, e incluso la femineidad. Pues esta última no la encontré cuando mi cuerpo se desarrolló, sino cuando mi mente se desarrolló, y también cuando descubrí una extraña armonía de la que yo también podía formar parte. También la música ya vibraba en mí. Arriba, en la cocina, ya estaban preparando la cena. Se oían las voces de María e Isabel; y el Emparrado se llenaba con los aromas de los platos que estaban preparando. El sonido de la vajilla en las bandejas, cuando iban a poner las mesas, se parecía al de las esquilas de las ovejas. Y siempre, como siempre en la vida, se oían las voces de unos niños jugando a lo lejos. Así descubrí la continuidad de la vida. Ahí, en la memoria, está la fuente del gozo, también hundida en parte en el inconsciente, que es como se ha venido en llamar el olvido necesario para crecer: Un tiempo sobre otro, en la fuente del gozo, que es la sensación de permanencia. La tierra en el borde de la fuente del gozo está todavía húmeda, y en ella escribo con un palito palabras de agradecimiento, pues nada ha cambiado y vivimos en un presente permanente. Isabel y María están hablando, ¡speak up!, en la cocina. Ya es hora de cenar y están poniendo las mesas. Estamos todos.

2 comentarios:

  1. Me alegro de haber conocido este blog. Me alegro mucho. Voy a vincularlo ahora mismo al espacion de el Toro, y después comenzaré a leerlo, cuando el trabajo descanse de mi...Un abrazo, Maria Antonia...

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  2. No te puedes imaginar el estimulo que significan para mi estas palabras tuyas favorables.

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