sábado, 31 de enero de 2015

SCARDANELLI de Friederike Mayröcker

Friederike Mayröcker es la única escritora que recuerdo, aunque probablemente haya más, que sea homónima de Friedrich Nietzsche. Muy recientemente ha sido bellamente publicado en e.d.a, NorteySur, y traducido al español por el poeta y traductor, José Luis Reina Palazón, su libro de poemas titulado Scardanelli. El día 26 de diciembre de 2013, en una pequeña reunión privada que transcurrió en la bonita casa de Christell Fallenstein en Viena, conocí en a aquella fascinante poeta austriaca, la cual recitó para nosotros el primer poema de este libro que está ahora a disposición del lector español. Reproduzco algunos de sus versos encontrados al azar: "soy cristiana, en las ventanas abiertas la meseta de lagos en el cielo mañanero, 1 migaja de pan desmenuzada entre los dedos, ando echada hacia delante me limpio el ojo izquierdo: empequeñecida, todo ésto: la anudada mañana la vista que se pierde, el polvo verde en las venas el continuo envejecer: tú puedes mirar: este paso a la eternidad (interrumpido por duros ataques de tos -("pulmón alpino" concretamente) la sombra ahora en la otra parte de la calle porque ya es septiembre- antes vivíamos puerta a puerta, nos decíamos oh qué buena la vida (...) Había "currado" en el jardín sembrado de espinas: en las yemas de los dedos de la mano derecha me he sembrado espinas, ramo deshecho de las moribundas julianas junto a las candelarias que se han vuelto negras. (...) Estas montañas de anhelo, sueños de petirrojos, los zapatos extraviados (desparejados) en el corredor - de noche al baño tambaleando tropiezo con ellos, ah qué felicidad: Couperin desde el éter entonces sin embargo hace muchos años "la colina pecosa" que nosotros, con las manos cogidas, corríamos al valle, arroyos anhelantes nos florecían, Höld".

VIEJA Y NUEVA POLÍTICA

Yo ya no puedo soportar a ningún político que me salude desde lejos. Yo ya no puedo soportar a ningún político que me salude apretando el puño. Yo ya no puedo soportar a ningún político que me salude levantando el brazo. Yo ya sólo puedo soportar a un político que me tienda las manos.

sábado, 17 de enero de 2015

LA FUENTE DEL GOZO

Tú no me hiciste para la gloria sino para el gozo. Estabas al final del verano en La Huerta, cuando me vestí con las hojas de los árboles, con las de los castaños, y con los pétalos de las flores; y descubrí así la identidad, e incluso la femineidad. Pues esta última no la encontré cuando mi cuerpo se desarrolló, sino cuando mi mente se desarrolló, y también cuando descubrí una extraña armonía de la que yo también podía formar parte. También la música ya vibraba en mí. Arriba, en la cocina, ya estaban preparando la cena. Se oían las voces de María e Isabel; y el Emparrado se llenaba con los aromas de los platos que estaban preparando. El sonido de la vajilla en las bandejas, cuando iban a poner las mesas, se parecía al de las esquilas de las ovejas. Y siempre, como siempre en la vida, se oían las voces de unos niños jugando a lo lejos. Así descubrí la continuidad de la vida. Ahí, en la memoria, está la fuente del gozo, también hundida en parte en el inconsciente, que es como se ha venido en llamar el olvido necesario para crecer: Un tiempo sobre otro, en la fuente del gozo, que es la sensación de permanencia. La tierra en el borde de la fuente del gozo está todavía húmeda, y en ella escribo con un palito palabras de agradecimiento, pues nada ha cambiado y vivimos en un presente permanente. Isabel y María están hablando, ¡speak up!, en la cocina. Ya es hora de cenar y están poniendo las mesas. Estamos todos.