sábado, 9 de noviembre de 2013

Un poema

Yo ya no necesito más amor
sino libertad,
si no es que esa libertad
no sea el auténtico amor
y el verdadero vínculo
con los demás.

Mi alma es antigua
y ya no volverá a reencarnarse;
por eso necesito el desierto
y los días de luz interminables;
igual que antes la proximidad
de los cuerpos.

Ayer
cuando regresé a mi jardín
vi cómo las dalias
habían florecido
al final del verano,
más hermosas que las rosas
pues sus pétalos
no se pueden arrancar,
y vi también a una mujer
jugando sola.

Los antiguos agricultores
construyeron sus viviendas
para ser enterrados debajo;
Pero mi huerto está demasiado cerca
del mar.
Es al que vienen las gaviotas,
y está abonado con yodo,
tan blanco.

Debajo de mi casa
sólo hay un árbol,
y debajo del árbol
está el Dios de mi juventud,
y más abajo todavía
una mujer que juega sola.

                                           María Antonia Ortega