domingo, 25 de agosto de 2013

NOTAS DE VIAJE, (2): ELOGIO DE LA MEDIA DISTANCIA

Trayecto desde Osuna a Málaga: Hay en Andalucía fluidos trenes de media distancia que unen sus ciudades: Sevilla y Málaga, Granada, Almería; y hoy nos trasladamos desde Osuna, una ciudad sevillana monumental y emblemática del interior, hasta Málaga y la costa.
Los vagones son cuidados, sus asientos cómodos, los compañeros de viaje amables, y el trayecto bien diseñado, como por el "Demiurgo"; existe una relación óptima entre espacio y tiempo, equilibrio, sentido de la proporción.
El viaje dura apenas dos horas, y los paisajes que vamos atravesando se acercan y se alejan como si fuésemos nosotros mismos, como la teoría estética desarrollada por James Joyce en su RETRATO DEL ARTISTA ADOLESCENTE, libro que me acompaña, según el cual existe correspondencia constante entre las relaciones entre sí de la materia sensible y las distintas etapas de la aprehensión estética.
No hay inmovilidad humana. La media distancia es una proporción clásica, áurea. Y muchas relaciones humanas se consolidan y restauran en esta media distancia, porque en ella los seres humanos se alejan y aproximan al mismo tiempo, y no concurre la proporción inversa de la larga distancia y el exceso de proximidad.
La media distancia es el baile, la danza clásica, en donde la pareja no puede rozarse pero tampoco separarse.
Atravesamos, nos atraviesa, un campo de labor ondulado con huertas y olivares, en medio del cual se erige a veces alguna pequeña sierra de formas geométricas, triangulares.
Pero de repente nos sorprende una genialidad del paisaje: EL CHORRO; aquello que se rige por otras leyes, que constituye una excepción; una naturaleza abrupta rica en vegetación.
Y este accidente de la naturaleza, esta excepción, esta ruptura de la dulce monotonía, es también aceptada y celebrada. Se trata de una soledad más, como el hombre de genio, como el hombre.

martes, 20 de agosto de 2013

NOTAS DE VIAJE, (1): Fuera del laberinto del "Minosmartphone"

Por fin hay movimiento en este atardecer de verano en una localidad de la provincia de Sevilla; sí, hay movimiento, una brisa deliciosa que ha puesto fin a la sensación de estancamiento que provoca un exceso de acción. Estoy meciéndome en el jardín con huerto de una amplia vivienda situada en una calle principal llamada Victoria. Y como siempre suele suceder, cuando hay movimiento también hay muchos pájaros, silbos y trinos, y momentos en los que parecen unirse las aves diurnas con las nocturnas más salmódicas.
Sí, verdadero movimiento que es rehumanización.
Porque si la imaginación de etapas pasadas concibió animales fabulosos, mezcla de varios existentes, y también centauros, minotauros, sirenas, seres de naturaleza mixta humana y animal, la de nuestra época podría hacerlo de otra manera, alumbrando otros de doble vínculo humano y mecánico, humano y automovilístico, humano y electrodoméstico, humano e informático, un híbrido de humano y de smartphone hilvanados por la oreja, el "Minosmartphone"; y encastrado el ser humano dentro de un nuevo objeto novedoso y con frecuencia veloz, para adelantarse al tiempo, o mejor para no vivir ya ni siquiera dentro de él, ese hombre, a pesar de que crea lo contrario, pues se traslada mecanizado dentro de esa nueva naturaleza de un sitio a otro, sin embargo ignora que permanece inmóvil, pero careciendo de la quietud de la stasis. Sin éxtasis.
 He llegado por una ruta de campos de girasoles, y olivares en orden perfecto, alineados sobre tierra blanca, caliza; con el contraste del verde oscuro de los cipreses y el verde claro de las palmeras flanqueando los cortijos y las casas de labor; una ruta que sólo cubren algunas líneas de autobuses y trenes de media distancia frecuentados por algunos viajeros románticos (como lo fue Washington Irving) que rechazan las vías de alta velocidad como una maldición, pues ya saben que el verdadero movimiento, el ritmo, se desarrolla en las etapas de un viaje cuanto más largo mejor, y más lento, en el que la verdadera meta se va alejando y desplazando siempre al avanzar.

sábado, 10 de agosto de 2013

TRES




¿Qué es la libertad humana? ¿La manifestación de la delicadeza de un ser superior que no desea obligarnos a que le amemos? ¿O es la conciencia de nuestra separación de la naturaleza que, asustada por la idea de la muerte, ordena los actos del hombre encaminados a su propia supervivencia? ¿O acaso es la libertad de un corazón lleno de piedad por sus semejantes, como Buda, que creó una religión sin Dios? ¿O es las tres cosas al mismo tiempo?

La luz de Madrid por la tarde, en el centro, es como una vieja ramera llena de prudencia cuando ya va a recogerse. Y en LOS CARABANCHELES un mantel en el que se reflejase un almuerzo antiguo muy animado en el taller de un pintor impresionista, o si se quiere primitivista, en donde hubiese reunido a sus amigos. Y ahora mismo las riberas del río Manzanares son un Gauguin vivo, sobre el que se sienta una nueva generación de españoles de padres asiáticos o australes, siendo ésta para mí la mejor aportación de nuestra historia más reciente.

A veces nuestra Derecha se me figura un desierto interminable en el que no puede vislumbrarse ninguna figura humana; y nuestra Izquierda la sala de espera de un médico traumatólogo.